NATIONAL GEOGRAPHIC

El trabajo de los fotógrafos tiene unos héroes invisibles tras bambalinas: los editores de fotografía. El editor estudia cada cuadro y señala cada error y oportunidades pasadas por alto. Entonces utiliza todo lo que tiene a la mano para corregir, enseñar e inspirar.

David L. Arnold fue el mejor entre los mejores. No era fácil de complacer, pero confiaba en su juicio incluso cuando su crítica no era fácil de escuchar. Cuando me decía que había tomado una fotografía memorable, también podía confiar en su opinión.

Una de esas fotografías fue de un mielero hawaiano, hermosa ave nativa de los bosques de aquellas islas. Pasé cinco días sobre una plataforma minúscula a unos 10 metros del suelo esperando esa ave. Tenía frío y estaba mojado. El árbol donde esperaba se mecía de forma alarmante. La fotografía que finalmente saqué no era muy buena, me dijo David con mucho tacto. Me animó a regresar y sacar una fotografía mejor y alentó mi obsesión por tomar la mejor. Le agradecí su apoyo con una fotografía del pájaro que estuvo en la portada de la edición de septiembre de 1995.

David murió hace unos meses. Se había retirado de la revista en 1994, tras 27 años de inspirar fotógrafos. Pero su espíritu aún puede verse y sentirse. Fue un modelo a seguir para Kathy Moran, quien editó la fotografía del artículo de este mes sobre la Gran Barrera de Coral. “De David aprendí que hay que ser honesto con los fotógrafos a toda costa –comenta–. Aprendí que para editar una historia hay que conocer el tema a profundidad. David siempre hacía su tarea. Tenía un doctorado en cada una de las historias en las que trabajaba”.

David impulsaba a los fotógrafos a pensar cuál era la mejor forma de contar la historia. Creía de manera absoluta en la excelencia. Estas son las lecciones que me llevo. No sería el editor en jefe de esta revista si no hubiese trabajado con él.



Chris Johns es Editor en Jefe de National Geographic Magazine

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